Historia de la máquina de vapor

Desde los albores de la humanidad, el ser humano se ha visto en la necesidad de aprovechar las diferentes formas de energía que le brindaba su entorno para mejorar su calidad de vida y acceder a nuevas cuotas de confort.
La primera energía que utilizó el hombre fue su propio esfuerzo físico, necesario para cazar animales y asegurar su alimentación (por aquel entonces eran nómadas, ya que dependían de la caza).
Tiempo después aprendió a trabajar la tierra, asentándose en aquellas zonas que les procuraban buen alimento. Delegó gran parte de su esfuerzo físico en las bestias de carga y tiro cuando consiguió domesticar a los animales.
Con el descubrimiento del fuego, el ser humano empieza a quemar leña para calentarse frente al frío, asar los alimentos, iluminar las zonas oscuras e incluso defenderse de las fieras. Al principio recogían las brasas producidas por los incendios naturales (rayos de tormentas) y mantenían el fuego añadiendo ramas y trozos de madera. Hace 10.000 años, el ser humano aprendió a dominar el fuego frotando dos palos de madera intensamente (aunque en la actualidad muy pocas personas son capaces de conseguirlo).
En el siglo II d.C., Herón de Alejandría construyó la EOLIPILA (del latín pelota, bola), lo que podría considerarse como precursora de la máquina de vapor. Parece que existe cierta controversia sobre el nombre de dicho artefacto, ya que también pueden encontrarse referencias como EOLIPILO, AELóPILO ó AELóPILA. En cualquier caso, se trataba de una esfera metálica conectada mediante dos tubos huecos (con posibilidad de rotación) a una caldera. La esfera además disponía de dos orificios diametralmente opuestos por los que, una vez calentada agua en la caldera, provocaban un movimiento de rotación sobre la esfera al escapar el vapor a presión (por efecto de acción y reacción) a través de los orificios. No se encuentran referencias sobre aplicaciones prácticas de este dispositivo, parece ser que únicamente fue utilizado como juguete y divertimento para niños.
Herón desarrolló numerosos artilugios de cierta importancia en aquella época, como un mecanismo mediante sifones de agua que permitía abrir las puertas de un teatro.
Hasta la llegada de la primera Revolución Industrial (1800), el empleo de sistemas mecánicos para transformar fuentes de energía se reducía a los molinos de viento, de agua y de sangre (movidos por personas ó animales).
En el año 1712, los británicos Thomas Newcomen y su socio Thomas Savery, comenzaron a poner los cimientos de lo que poco después sería la primera revolución industrial.
Desarrollaron una máquina de vapor atmosférica capaz de extraer agua de las minas de carbón. Estos artefactos eran denominados en aquella época como “máquinas de hierro y fuego” y sus detractores afirmaban que se necesitaba una mina de hierro para construirla y otra de carbón para alimentarla.
Unos años después y gracias a las investigaciones de Newcomen, el escocés James Watt mejoró sustancialmente el diseño de la máquina de vapor incorporando un condensador.
La máquina de Watt supuso una verdadera revolución en todos los ámbitos de la sociedad de la época: maquinarias de las fabricas, locomotoras y barcos de transporte que no dependían de los animales ni de las corrientes de aire y agua, etc. Después aparecerían las turbinas de vapor, los motores de combustión y eléctricos que utilizamos en la actualidad.
Enlaces de interés
http://www.pbs.org/wgbh/nova/monitor/engine2.html
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